Hace ya más de un mes que llegué a Suecia. Exactamente llevo aquí 45 días. Estoy en Malmö, una ciudad muy pequeñita (aunque es la tercera más grande del país) en la provincia de Skåne, y me quedo hasta finales de enero. Después de las primeras semanas dedicadas casi exclusivamente a acostumbrarme a mi nueva habitación, a compartir cocina con veintitantas personas más y a intentar no perderme por la ciudad, por fin he conseguido sentirme como en casa, comprarme una bici y conocer todos los rincones del supermercado.
Los días han ido haciéndose cada vez más cortos y, aunque parecía que el verano intentaba alargarse, hoy ya ha llegado la lluvia, el viento y el frío. Por eso, antes de que empezara el otoño, el sábado pasado cuatro amigas decidimos hacer una pequeña excursión en bici a Lomma, un pueblo a unos 10 kilómetros de Malmö. Comimos en la playa, paseamos entre barcos pesqueros, vimos un montón de casas en las que quedarnos a vivir y probamos unos helados riquísimos en el puerto.
Qué bonito, ¡estoy deseando poder conocer Suecia!
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Envidia.
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